Escritoras:
Maria Od Blog: www.idilioenlaoscuridadtotal.blogspot.com Misty (demonio)
Hasta que las
alas nos separen
“Te quiero”, me decía cada vez que me veía; ahora estaba frente
a mí, apuntándome con su espada dorada, y
no era muy distinta su mirada celeste que atrapa, a la miraba que ponía cuando
pronunciaba aquello.
Yo también estaba apuntando a su cuello con mi espada negra, y
mientras él dudaba una y mil veces, yo estaba embelesada con el hermoso par de
alas blancas que salían de su espalda. Y mi misión era evitar que volaran otra
vez.
Sabia que estaba sufriendo, lo sabia por la pequeña mueca que había
en sus labios, sabia que no se atrevería a dañarme, principalmente porque
George jamás iría contra su naturaleza; pero, ¿yo tenia que rendirme? Yo no
quería ir contra mi naturaleza, ¿no me conoce bien?
Era inútil tratar de explicarle, solo lograría hacerle más daño,
¿y no era eso lo que yo quería? Lo que debía
hacer.
-Ríndete George, si quieres sobrevivir tendrás que ser mi
prisionero
-En otros tiempos, tu oferta me hubiera resultado muy tentadora,
con tal de estar tu y yo juntos, pero ahora ya no.
-Es eso o serás una víctima más de la catástrofe – lo rete
porque podía sentir la mentira en su voz
-¿creía que ya no te importaba lo que pase conmigo?
-No me importa – así de fácil se rompe una promesa, aunque por dentro
me resulte imposible arrancarlo de mi corazón.
-Recuerdo muy bien la tarde en que descubrí todas tus mentiras…
- Fue el mismo día en que él dejo de decirme: “te quiero”, a secas; y empezó a
agregarle una palabra más: “Te quiero salvar”.
Como siempre, yo estaba pérdida en sus ojos celestes mientras
George tiraba de mi brazo, su contacto cálido me hacia temblar, su voz
llegaba a mi oído con una ternura
incomparable, yo que no podía evitar herirlo, era una cualidad inconsciente;
justo a él que me ama tanto. Me suplicaba intensamente, lo único que le
importaba en ese momento era convencerme de traicionar a los demonios.
-Tu no ganas nada, George.
-Salvaríamos el mundo
-Eso no llama mi atención
-Quizá no, aun no lo creo, ¿Tu?, mi tierna Misty – ella sonreía
- ¿estar conmigo tampoco te tienta?
-¿tratas de tentar a un demonio?; Los ángeles no me van a
perdonar, no seas ingenuo.
- Sabes que yo te perdono, y si te arrepientes…
-No puedo, soy lo que soy, tu enemiga
-pero también eres mi esposa
-ya no; un ángel no puede amar a una demonio, te quemarías…
-Ya ardo de dolor cuando no te tengo cerca Misty
-Entiéndelo George, no podemos estar juntos, no me puedes
salvar, es imposible
- lo mas horrendo es estar lejos de ti, no quiero olvidarte, te
necesito, mi vida no es nada sin ti
-Pues para mí ya no significas nada – me dijo bien claro y
fuerte
-No es cierto, sigues mintiéndome y a ti también te estas
mintiendo
-Tienes razón, claro que significas algo – se ilumino un poco mi
rostro – eres el sucio y tonto ángel que voy a exterminar, eso eres George.
-Hazlo ahora – reproche, pero sonaba mas como un susurro
-Así de sencillo…, no me da gusto
-¡y que mas da! ¡Hazlo ahora! – gritaba apenas con la voz quebrada - ¡o es ahora o
nunca! Nunca más tendrás la oportunidad.
-Ya no quedan ángeles, pero mira alrededor y empieza a contar a
mis demonios, no terminarías hoy; mira bien, que ya no hay esperanza para el
mundo.
-No dejare que destruyas el mundo. Te atrapare antes y entonces…
-¿Cómo lo harás, como piensas detenerme, como vas a
atraparme? - interrumpió la sentencia,
me quede mudo pero no hacían falta mas palabras.
George se fue volando justo después de dedicarme una mirada
furiosa. No creo que estuviera enterado de lo fácil que podía resultarle
atraparme con su mirada, como la primera vez de muchas tantas.
-ya no me importas nada George, mucho menos tus tristes
recuerdos – sabia que jamás aceptaría ser mi esclavo por las buenas, entonces tendría
que asegurar su salvación por las malas.
Yo la quería, no sabía por qué pero
la continuaba amando por encima de todo, no me importaba morir.
-Misty… hice una promesa, la
promesa de que te amaría y te protegería por siempre, no dejaré que unas alas
se interpongan entre nosotros, yo te sigo queriendo y me da igual lo que digas
o lo que pienses, para mí, siempre serás mi esposa.
-Vaya, no se te acaban las palabras
ni cuando te estoy apuntando con una espada y a punto de matarte –dijo con algo
de ironía en su voz.
La conocía, podía ver en sus ojos
que mis palabras le había causado una cierta sorpresa, aunque fuera mínima, y
eso significaba que me seguía queriendo aun en un recuerdo vano, de esos que
siempre están ahí pero te esfuerzas en olvidar.
Yo lo quería, no sabía por qué
pero lo continuaba amando por encima de todo, no tenía miedo a las represalias
de los demonios de mi bando, ni a la prohibición, de que el hecho de amarlo me
quemaba por dentro.
En mi interior, mi parte humana
me insistía en que me había equivocado de lugar. A veces, chillaba alto y me
provocaba dolor de cabeza, pero como demonio era fuerte, mucho más que un
humano.
-Lo siento, George –levanté mi
espada, con la intención de dar el golpe final.
Levantó, la espada, con la
intención de dar el golpe final. No podía creer que fuera a hacerlo, tanto
tiempo junto a ella, tantos años amándola y nunca significó nada. Me sentía
estúpido y a la vez furioso, por un amor no correspondido del que me debería
haber dado cuenta antes. Podría haber luchado con los míos, tal vez ahora
estaría muerto pero tarde o temprano iba a correr la misma suerte.
Esperé el golpe, que, para mi
sorpresa, no llegó.
Arrojé la espada a un lado, mi
parte humana no era tan fuerte como para luchar contra mi parte de demonio,
pero el amor que sentía hacia George era demasiado poderoso.
Acerqué mi rostro al suyo y le
besé en los labios.
Quemaba, pero yo era feliz.
Quemaba, pero yo era feliz.
Le pasé una mano por la cintura y
la pegué contra mí. Nuestro amor tenía un precio que yo, ahora más que nunca,
estaba dispuesto a pagar.
Nuestro amor tenía un precio, y
yo también estaba dispuesta a pagarlo.
-Te amo, George.
-Te amo, Misty.
Notaba el dolor recorriendo cada
fibra de mi cuerpo, “si un ángel ama a un demonio, deberán consumirse en el
fuego de su propia pasión y desaparecer” ¿Era eso lo que me esperaba? ¿Sería
como si nunca hubiese existido?
Sería como si nunca hubiese
existido, pero si era junto a él no me importaba. Nuestros cuerpos se
desvanecían. Yo casi no lograba visualizar a mi marido, y supongo que su
situación sería parecida. Tenía algo de miedo pero sus brazos me proporcionaban
seguridad. En los momentos difíciles, George siempre ha estado a mi lado,
manteniéndose sereno, fuera cual fuera la situación, me corregía todos mis
errores, me apoyaba en mis decisiones, me protegía y me amaba, y yo había
estado a punto de matarlo apenas unos segundos atrás, debía pensar que era la
persona más miserable del mundo, podía haberme rechazado, pero me aceptaba, me
perdonaba y continuaba amándome como cuando ambos dimos el “si quiero” hace
unos meses.
La tierra dejó de temblar, el
cielo, quebrado y de color rojizo volvió a su habitual azul. Poco a poco, todo
se estabilizaba. El 21 de diciembre
tan temido llegaba a su fin sin que el Apocalipsis hubiera concluido.
Me apreté más contra él y,
unidos, nos desvanecimos, ajenos a que a nuestro alrededor, las cosas volvían a
la normalidad, los ángeles al cielo, los demonios al infierno, y nuestro amor
prohibido, al olvido más absoluto.
***
El despertador, puntual como
siempre, sonó.
Abrí lentamente los ojos, el sol se
filtraba a través de las cortinas de nuestra habitación.
-Misty –la llamé-. Vamos a llegar
tarde a trabajar.
-Que te den –me soltó, con su
habitual buen humor matutino.
Me levanté y me vestí, mi esposa se
hizo un ovillo con la sábana y se durmió de nuevo.
Preparé el desayuno y me entretuve
mirando el calendario. 22 de diciembre, algo
me decía que ese día era muy especial, pero no sabía qué.
Unos brazos delgados me agarraron
por la cintura haciendo que me sobresaltara.
-Siempre tan asustadizo… -le
reproché.
-Eso no vale, estaba concentrado
–repuso, ofendido.
Le dí un beso en los labios y
miré el calendario. Hoy me parecía un día especial, pero no sabía por qué.
Volví la mirada hacia mi marido
y sonreí. Él me devolvió la sonrisa.
-Vamos a llegar tarde a trabajar
–repitió.
Puse los ojos en blanco y él
exhaló un pequeño suspiro de resignación.
Nuestras peleas eran habituales,
éramos contrarios, a veces me preguntaba como era posible que nosotros dos
hubiéramos acabado juntos, luego lo miraba y me decía a mi misma:
“El amor no tiene sentido, no le
busques explicación, no la tendrá”
FIN
WAAA ESTA MUY BUENO :DDD
ResponderEliminarNO SE QUE DECIR >.<
¡Me hace muy feliz ver mi relato! ¡gracias a Ailec que juntas tejimos esta historia! :)
ResponderEliminar